sábado, 8 de junio de 2013

La Boliviana (capítulo 1)

Esta historia me sucedió hará siete u ocho años y cuando la recuerdo un pequeño escalofrío me recorre el cuerpo, probablemente por lo que pudo pasar y no pasó.

Resulta que teníamos una chica boliviana trabajando interna en casa, la situación no nos hacia mucha gracia, una persona en casa resulta una perdida importante de intimidad.

Sin embargo, con mi mujer trabajando en  el Puerto y yo en Corsan, era difícil ocuparse de dos bebés, nuestros hijos tenían en aquel entonces cuatro meses el pequeño  y dieciocho meses el mayor.

La boliviana se llamaba Rosmary y llevaba viviendo con nosotros unos cinco meses, tenía marido o pareja, no se muy bien qué era, pero fuese lo que fuese vivía en Santa Cruz y trabajaba en el mundillo de la construcción.

La chica, súper tímida no hablaba nunca, al menos conmigo. Llegué a comentar con mi mujer que quizás hablaba un dialecto y que además debía estar comiendose las galletas a docenas porque cada día estaba más gordita.

Una noche nos despertó llorando, de pié, junto a la puerta de nuestro dormitorio, sollozaba, serían  las dos de la madrugada y el susto fue monumental. Al encender la luz la cosa empeoró, llevaba puesto un camisón blanco y este se veía ensangrentado de cintura para abajo.

Del primer bote salté de la cama pensando que nos estaban atracando y que la habían herido, mi mujer se fue hacia ella, le preguntó y rápidamente se fueron hacia el baño. 

Me dirigí a su habitación y me quedé de piedra, toda la cama estaba roja de sangre.

¡Qué coño había pasado! Mi mujer me llamó.

-Escucha Raúl, Ros estaba embarazada y está abortando-

-¿Qué?, ¿Cómo?, pero ¿cuándo?, pero....,y ahora ¿qué hacemos?...

-Hay que llevarla al hospital-

-¿Y quién la lleva?- preguntó mi mujer conociendo de antemano la respuesta

-Al niño hay que darle el pecho en un rato-

-Vale, Silvia, entendido. Yo le doy el pecho al niño y tu la llevas-

-¡Raul!-

-Que sí mujer, que ya lo sé, que ya me visto, ¡menudo marrón!-

En menos de cinco minutos estaba saliendo por la puerta del garaje, una toalla en el asiento del coche y para urgencias, a Maternidad. El recorrido me lo sabía, lo había hecho dos veces en los últimos dos años. 

Los menos de quince minutos hacia el hospital se me hicieron eternos, no podía parar de pensar: ¿ahora qué hago?, ¿y si se muere? ¿Y si ...? Ella seguía siendo tímida y sólo me contestaba con monosílabos.

Como en las dos veces anteriores con mi mujer, entré a toda leche en el hospital, hasta la misma puerta de maternidad. A Rosmary la recogieron dos enfermeras y me fui a aparcar el coche por fuera del hospital.

Aparqué y una idea se me pasó por la cabeza: "lo mejor sería pirarme",  pero nunca fui un cobarde, deseché la idea. Cuando llegé a la recepción de maternidad la enferma "me tranquilizó",

-Su mujer esta siendo atendida. Cuénteme cómo ha pasado y dígame sus datos-

-Pues verá, no es mi mujer, no se sus datos y no se muy bien como ha pasado. La verdad es que no sabía ni que estaba embarazada-

La mirada de la enfermera me penetró, me hizo hasta daño.

-Bueno y entonces, ¿quién es usted y por qué la trae?-

Segundos de silencio

-Verá. Es..., es una amiga de mi mujer, se ha quedado en casa y se ha puesto a sangrar..-

-Bien, ¿y como se llama?-

-Se llama Rosmary-

-¿Y el apellido?-

-No me lo sé-

-¿Y la dirección?-

-Pues, tampoco la sé-

-¿Y su mujer?-

-En casa, gracias.-

De nuevo mirada asesina de la enfermera.

Pensé: "La estoy cagando, no me voy a hacer el gracioso"

-Un instante que llamo a mi mujer y le pregunto los datos-

Creo que la enfermera debía estar marcando el teléfono de la policía cuando me salvo la entrada de una parturienta y a los cinco minutos otra mas. La enfermera me mandó a la sala de espera para continuar más tarde con los trámites.

Esperé un buen rato y por fin llamó mi mujer, estaba dándole el pecho al bebe y se habían quedado dormidos los dos. Me dio el nombre completo de la chica y un teléfono del que debí ser su marido.

Cuando vino de nuevo la enfermera le presenté esos datos y le dije que el marido estaba en camino.
Eran ya las cuatro de la mañana y realicé la  enésima llamada al marido cuando por fin alguien contestó,

-Aló -

-Hola, ¿Eres Luis Alfredo ?-

-¿Quién llama?-

-Escucha, me llamo Raúl. Tu mujer trabaja en mi casa, se ha puesto de parto y tienes que venir al hospital ahora mismo-

-Pero si todavía no le toca-

-Ya me imagino, pero se ha puesto a sangrar, supongo que habrá perdido el bebe aunque su vida no corre peligro-

-Pues vaya, estas mujeres de hoy son unas flojas-, me respondió el hijo de ...

-¿Cómo?-

-Bueno, pues mañana subo a verla-

-¿Qué?-

-Es que tengo que irme a las siete a trabajar y no puedo faltar-

Ahí es donde yo perdí los nervios y le respondí educadamente:

-Mira, Hijo de Puta, como no subas ahora mismo a ver a tu mujer te voy a buscar y te inflo a hostias,-

-¿Te has enterado?-

-Bueno vale. Adiós, y me colgó

Ya eran las seis menos cuarto de la mañana y Luis Alfredo sin aparecer. Ya había salido una enfermera y me había dado noticias, Rosmary se quedaba ingresada y no había perdido al niño.

¡Menos mal! Ya me veía dando explicaciones a la policía. Cada vez que me acordaba del marido y de su comentario sobre las mujeres flojas me entraban ganas de matarlo. Le volví a llamar y esta vez sí me cogió el teléfono,

-Aló-

-¿Dónde cojones estas, Luis Alfredo?-

-Pues, en la parada de guaguas-

-¿Pero por qué no has cogido un taxi?-

-Son muy caros-

-Bueno, tu mujer se queda ingresada y no ha perdido al bebe-

-¿Entonces,  ya no tengo que ir?-

-Como no vengas te inflo a hostias-

-Bueno vale, Adiós, y me volvió a colgar. Si lo tengo delante lo mato.

Eran las siete menos cuarto, se estába haciendo de día, ¡vaya nochecita! Ví  un boliviano entrar con cara de despistado y le grité,

-¡Luis Alfredo!-

-Sí señor-

-Tienes unos cojones como el caballo del espartero, chaval-

-¿Cómo dice, señor?-

-Nada, que vengas que te voy a presentar a una enfermera-

Le llevé ante la enfermera cara de pocos amigos.

-Aquí tiene usted al marido, el le puede dar los datos-

Respuesta del Boliviano:

-Verá, es que no tenemos papeles todavía-

Pensé: ¡joder!, éste lo esta arreglando del todo. La enfermera respondió:

-Bueno, no se preocupe, aquí se atiende a todo el mundo, tengan o no tengan papeles-

Vaya, resulta que para esto pagaba yo impuestos.

-Pues nada chaval, son las siete y yo me tengo que ir a trabajar-

-Por cierto, creo que tu mujer, de floja, no tiene nada-

Rosmary estuvo más de 3 meses ingresada en un hospital, debía guardar reposo absoluto. Finalmente parió un niño "español" y gracias a ello consiguió por fin sus papeles.

Mi mujer visitó a Ros en el hospital, todo lo que fue de nuestros hijos le valió perfectamente y al poco de tener el alta se fue a vivir con su marido y encontró trabajo.

Ahora que nosotros, los españoles, nos hemos vuelto de la noche a la mañana en los emigrantes, es más fácil comprender la dificultad y sacrificio de estas gentes que se dirigían a un mundo desconocido, con lo puesto y dejando atrás su vida. "Que gran lección para los intolerantes" pero que duro aprenderlo de esta forma.

Los tiempos que corren sirven también para apreciar la grandeza de nuestro sistema sanitario, que atiende a todo el mundo por igual y solo por el hecho de tratarse de un ser humano; ahora tenemos el enorme problema de que no se puede mantener ese gasto social, lógico pero triste.

A todas aquellas que trabajan en las casas. 

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