Después de casi dos años sin ponerme, he decidido volver a las andadas; es decir, volver a describir vivencias que me han tocado directamente o a través de amigos. Ha sido un largo tiempo de silencio; la situación personal, la dureza del trabajo y ciertos problemas de salud, objeto de futuras historias, requerían todo mi tiempo y esfuerzo.
En definitiva, que ahí va:
Esta historia describe alguna de las curiosas situaciones que vivimos en Africa, no es mía, le sucedió a mi amigo Jose María, pero me pareció tan extraordinaria cuando me la contó que no tuve más remedio que inmortalizarla en mi blog de historias africanas.
Estaba mi amigo Jose María alias "el gallego", estaba pasando unos días en Guinea Ecuatorial por cuestiones de trabajo. No es que el trabajo sea su fuerte a estas alturas de su vida. Le atraen más algunas otras actividades como el golf, el fútbol, el tenis, el baloncesto, la Formula 1, las motos, el esquí, el balonmano, el fútbol sala, el ping-pong, la buena comida, la sobremesa, la siesta, etc. Lo que ocurre, es que cuando no está distraído con nada de lo anterior y se pone, se puede dedicar 100% al trabajo durante un ratillo.
Después de una dura jornada matutina, análisis de proyectos, reuniones diversas y demás menesteres propios de nuestras labores ingenieriles, mi amigo, más tres acólitos españoles decidieron que ya era hora de reponer energías.
El problema de ir a comer en la mayoría de estos países africanos, es que te tienes que armar de paciencia, cualquier plato no elaborado puede tardar una eternidad, y si es elaborado mejor ni hablar.
Pues bien, ya sentados en la mesa de un buen restaurante y revisada la extensa carta de menus, la cuadrilla de españoles decidió darse un homenaje y eligió para ello el plato más rápido y exquisito posible, es decir , el famoso plato combinado numero 1: Huevos fritos con patatas.
Después de casi media hora de espera, consiguieron finalmente que el camarero les tomara la comanda, Jose María, mi amigo, al que siempre le gusta llevar la voz cantante en cuestiones culinarias, fue el encargado de pedir la comanda.
-Para mi una de huevos con patatas-
-Yo también dijo uno de los amigos, y el resto le secundó-
Para hacerle la aclaración al camarero, Jose María le resumió la compleja petición al camarero.
-Entonces será, una de huevos, dos de huevos, tres de huevos y cuatro de huevos con patatas-
Señalando uno a uno a cada uno de los presentes,
-más cuatro cervezas-
Como ya hemos comentado en otras ocasiones, las cosas en Africa llevan su ritmo, creo que en más de una ocasion me han respondido en estos países algo así como que:
-tu tienes el reloj pero nosotros el tiempo-
Cuarenta y cinco minutos después, por fin aparecieron los huevos.
-Pero hostias¡¡ ¡¡qué es esto¡¡-
Un silencio tenso invadió la mesa, el camarero trajo los cuatro platos combinados de una tacada, que para eso era un profesional y al asomarse a la mesa preguntó:
-¿para quién es este plato?-
Las carcajadas no pudieron retenerse por más tiempo; el descojone fue general, Jose María, en un esfuerzo titánico, acertó a decir que daba igual, que distribuyera los platos como quisiese.
Diez minutos después todavía no habían podido iniciar la comida por lo increíble de lo sucedido y es que, sobre todo, era terriblemente complicado repartir equitativamente lo siguiente:
Un plato con un huevo y patatas, un segundo plato con dos huevos y patatas, un tercer plato con tres huevos y patatas y un cuarto plato con cuatro huevos y patatas.
¡Manda cojones!, si me lo cuenta otro no me lo creo, pero parece que así sucedió.
De esta historia volví a deducir que en este continente nunca se debe dar nada por sentado y es mejor explicar todo varias veces, aun a riesgo de parecer cansino, y si no lo haces lo mas probable es que te hartes a comer huevos con patatas.
Un tiempo después, la mujer de un Embajador me contó otra historia parecida en ese mismo país. Al poco de aterrizar dieron una cena de presentación en su nuevo destino. Ella, una mujer muy dicharachera y gran relaciones públicas, dio una de varias fiestas de bienvenida a la colonia local; normalmente eran cenas de diez a doce comensales.
En aquella ocasión habían traído un cochinillo directamente desde España, una pieza especial para una cena especial, cochinillo asado al estilo segoviano.
El cocinero sabía su oficio y no hizo falta darle mayores instrucciones, tan solo se le dijo que cuando lo fuese a servir lo sacase con un manzana en la boca.
Me contó que cuando apareció el cochinillo todos quedaron paralizados, cuando el camarero sacó la fuente con el cochinillo, y él una manzana mordida entre los dientes, a la par que sostenía la bandeja.
Lo dicho, en África nunca des nada por sentado.
A mis amigos de la Teoría de la Conspiración..
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