Estadísticamente es dificil que te ocurran la cantidad de accidentes que a mi me han sucedido y salir ileso de todos ellos, y que conste que me da apuro contarlo no sea que cambie mi suerte.
Me caí de todo tipo de motos, me estampé con coches, en avión casi me la pego en dos ocasiones, en un tren descarrilamos yendo de Málaga a Sevilla, pero el no va más fue cuando en un ferry, volviendo de La Gomera, encallamos dentro del puerto de Los Cristianos, Tenerife.
Corría el año 2008, se trataba del barco que hacia la línea regular Tenerife-La Gomera, de la compañía Fred Olsen y el modelo, un gran catamarán de ultima generación, capaz de transportar coches y camiones en su bodega y una cantidad increíble de pasajeros en su parte superior.
Cubría el trayecto de unos 40 km de distancia en menos de 45 minutos, incluida la carga y descarga de vehículos, un prodigio de la ingeniería naval.
Normalmente, utilizábamos este trayecto una vez por semana, en aquel entonces construíamos el tramo de carretera que va de Hermigua-Valleherso, y para hacer la visita semanal de las obras, junto a la Dirección de Obra, teníamos que hacer la siguiente tournée:
1.-Tramo en coche de unos 45 minutos para ir de Santa Cruz a Los Cristianos
2.-Tramo de barco de unos 45 minutos para ir de Los Cristianos a San Sebastián de La Gomera
3.-Tramo de carretera en coche de otra hora, para ir de San Sebastian a Hermigua,
4.-A partir de Hermigua, recorrer los 20km de obra parando constantemente hasta llegar a Vallehermoso, otras dos horas mas.
Total, que cuando llegábamos al final de obra ya estábamos hasta los mismísimos del viaje.
Después de todo eso quedaba deshacer el camino andado para volver a comer a San Sebastián, coger de nuevo el barco a las cinco de la tarde y continuar por carretera hasta Santa Cruz de Tenerife.
Al final del día habíamos hecho unas nueve horas de viaje para ver la dichosa obra, que no estaba en distancia real a más de 100km.
En esta ocasión, además de los habituales Enrique, Juan, Joaquín y yo, se nos había unido mi nuevo jefe, Juan Carlos, uno de tantos que he tenido a lo largo de mi carrera, y os aseguro que no han sido pocos, eso sí, casi todos Ingenieros de Caminos.
Hay una tradición que se respeta escrupulosamente en las grandes empresas constructoras y supongo que es extensible a otras grandes organizaciones, y es aquella que preconiza que cualquier persona puede ascender hasta el límite de su incompetencia, a partir de ahí se queda anclado y permanece por un gran periodo de tiempo, siendo un inútil integral para el puesto alcanzado.
La única manera de remediar esto suele ser cuando las personas pueden elegir donde quieren estar y a dónde quieren llegar en las empresas, y no viceversa, en general encuentras muy pocos casos de tal guisa.
Sobre mis jefes, recuerdo algunos que, por ejemplo, por la mañana eran buenos, incluso brillantes, como el caso de Alfredo, pero que a partir de la hora de comer se transformaba en lo peor; y es que en el mundo de la construcción antes se bebía mucho.
Alfredo por ejemplo, llegadas las dos de la tarde, iniciaba cada comida de trabajo, cinco a la semana, con la correspondiente caña o cañas de aperitivo, a continuación siempre una buena comida, contundente y bien regada con al menos su media botellita de vino y por ultimo, de postre como mínimo un gin-tonic, este último unido a su famosa frase, por lo menos cuando era conmigo, que decía " ¿qué Raulete una copichuela?".
Es curioso, pero ahora, después de muchos años veo analogías entre Alfredo y yo, ¿será que al final nos acabamos convirtiendo en lo que no queremos?
Es curioso, pero ahora, después de muchos años veo analogías entre Alfredo y yo, ¿será que al final nos acabamos convirtiendo en lo que no queremos?
A medida que lo bebido iba poseyendo su cuerpo, nuestro jefe se iba tornando agresivo y sobre todo faltón. En ese momento, sus subalternos, que así nos llamaba, pasábamos a la categoría de insubordinados, e inmediatamente después deveniamos todos en unos absolutos gilipollas, que no teníamos ni puta idea de nada, y acababa siempre con la frasecita: los subcontratistas os están quitando el dinero de los bolsillos, amén de toda una retahíla de insultos y menosprecios, que al cabo del tiempo ya te conocías de carrerilla.
Hubo otros, como Juan Carlos, que se deleitaban inventando cada día inútiles hojas de calculo, para explicarlo todo, nos demandaba toda clase de información absurda para elaborar las mismas, y finalmente sólo servían para justificar lo injustificable, no os imagináis la cantidad de tiempo perdida en ello.
También tuve algún jefe psicopata, como Ignacio, que sentía impulsos irrefrenables de matar a sus semejantes y descuartizar a sus subalternos, yo creo que incluso lo pudo llegar a hacer con alguno.
Otros, en cambio pasaron sin pena ni gloria, pues no recuerdo ni su nombre, cuando empezaban a enterarse de las obras ya los habían sustituido, también hay que decir que existió alguno bastante aceptable, quizás un par de ellos.
Otros, en cambio pasaron sin pena ni gloria, pues no recuerdo ni su nombre, cuando empezaban a enterarse de las obras ya los habían sustituido, también hay que decir que existió alguno bastante aceptable, quizás un par de ellos.
Ahora, con el tiempo, me ocurre como con los profesores del colegio, a los mas locos, a los más deplorables y siniestros, son esos los que te dejan poso; aquellos que nos sacudían, como el profesor de religión o el jefe de disciplina, son los que más salen a relucir cuando hablas con los viejos compañeros de colegio.
La descripción de nuestros clientes y acompañantes en este viaje, Juan y Joaquín, a los que nosotros apodábamos Tito y Pi será cuestión de otra historia.
Para dar unas trazas, os diré que Juan, o Juanito, como le llamaba todo el mundo por su escasos 1,55m, era un personaje que no dejaba indiferente a nadie, madridista desmesurado, histriónico en su trato con la gente y con un ego que dejaría a cualquier argentino a la altura del zapato. Joaquín en cambio, era todo lo contrario, un gigantón, buena persona y que intentaba pasar siempre desapercibido. Joaquín era el jefe pero Juan llevaba siempre la voz cantante.
La cuestión es que hacíamos el segundo trayecto de barco del día y estábamos entrando ya en el puerto de Los Cristianos, enTenerife. En ese momento es cuando, antes de entrar por la bocana del puerto, desde megáfonia, anuncian la petición para que las personas que habian embarcado sus vehículos desciendan a la bodega del barco, donde estaban aparcados los mismos.
La historia en sí comienza en ese trayecto, en el momento en que nosotros salíamos por unas escaleras abiertas en la proa ( zona delantera del barco para los no habituados ); en ese preciso momento Joaquín gritó:
-¡Agarraros que nos la pegamos!-
-¡Agarraros que nos la pegamos!-
Vimos a un operario correr en un intento vano de soltar una cadena, que debía ser el ancla del barco. Acto seguido, una especie de terremoto, una gran sacudida, sonidos metálicos, zarandeos durante unos segundos y, por fin el barco se detuvo. Tras ello, aunque un poco tarde para mi gusto, las alarmas de colisión o hundimiento empezaron a sonar,
-¡joder con la precisión Nórdica¡-
Alcanzó a decir Enrique.
-¡joder con la precisión Nórdica¡-
Alcanzó a decir Enrique.
Recompuestos del shock, pasamos a analizar la situación; JoaquÍn el ma´s analista del grupo, hizo un rápido balance de la situación y dijo acertadamente:
-¡vaya ostia que nos hemos calzado! "
No pudiendo los demás hacer otra cosa que asentir.
-¡vaya ostia que nos hemos calzado! "
No pudiendo los demás hacer otra cosa que asentir.
Después de unos instantes de desconcierto general, de indicarnos desde megáfonia y obligarnos la tripulación a ponernos los chalecos salvavidas, a pesar de haber encallado en la playa, y de mensajes confusos de la propia tripulación, recibimos desde megáfonia la primera buena noticia del percance,
-se informa a los pasajeros que se va a poner en marcha la operación de salvamento, hay que tener paciencia, y los bares del barco permanecerán abiertos al pasaje sin coste alguno para el pasaje-
-se informa a los pasajeros que se va a poner en marcha la operación de salvamento, hay que tener paciencia, y los bares del barco permanecerán abiertos al pasaje sin coste alguno para el pasaje-
Mientras la multitud hacia colas para ir, a no se sabe donde, y esperar a no se sabe que, tomamos otra de nuestras decisiones magistrales,
-vámonos al bar a tomar unas copas, que son gratis"-
-vámonos al bar a tomar unas copas, que son gratis"-
Después de unas tres horas de jovial y cada mes mas alegre espera, los muy desalmados de la tripulación decidieron cerrarnos el bar. La evacuación era inminente,
- ¡vaya por Dios¡, se nos jodió el chollo!-
Volvió a acertar a decir Enrique.
- ¡vaya por Dios¡, se nos jodió el chollo!-
Volvió a acertar a decir Enrique.
Aun tuvimos que esperar otro par de horas hasta que finalmente salvamento marítimo, que realizaba las operaciones de evacuación del barco, nos trasladase a un barco de salvamento, de ahí navegar al menos 50 metros y subir al muelle del puerto.
Allí nos atendió la cruz roja como si de un naufragio real en alta mar se tratase: mantas térmicas, bebidas calientes, atención sanitaria, periodistas, televisiones, etc. Todo esto fue lo que nos encontramos en el muelle. Nosotros, que afortunadamente ya nos habíamos curado las secuelas del incidente con generosas dosis de alcohol, terapéuticamente hablando claro está, decidimos poner pies en polvorosa y buscarnos la vida para regresar a nuestras casas; salvo Juanito, que asumió de motu propio, la responsabilidad de hacer declaraciones a los medios sobre las duras condiciones de su rescate, de lo mal que lo habíamos pasado, y como había mantenido la calma en momentos tan difíciles, amén de la cantidad de personas que había logrado rescatar.
Allí nos atendió la cruz roja como si de un naufragio real en alta mar se tratase: mantas térmicas, bebidas calientes, atención sanitaria, periodistas, televisiones, etc. Todo esto fue lo que nos encontramos en el muelle. Nosotros, que afortunadamente ya nos habíamos curado las secuelas del incidente con generosas dosis de alcohol, terapéuticamente hablando claro está, decidimos poner pies en polvorosa y buscarnos la vida para regresar a nuestras casas; salvo Juanito, que asumió de motu propio, la responsabilidad de hacer declaraciones a los medios sobre las duras condiciones de su rescate, de lo mal que lo habíamos pasado, y como había mantenido la calma en momentos tan difíciles, amén de la cantidad de personas que había logrado rescatar.
La noticia del accidente dio la vuelta al mundo, la espectacularidad de las imágenes y lo asombroso del incidente hicieron que fuese la noticia de la semana.
En cuanto al motivo de tal accidente, parece que hubo dos versiones; la primera, la oficial, sería el incomprensible fallo en la reversa de los motores, se ve que no obedecieron al capitán y decidieron continuar por su cuenta en posición de avance; la segunda, la nuestra, que después de ver como atracaba el barco en el puerto de La Gomera, que parecía como si el propio barco estuviese borracho, nos hizo pensar que el capitán había decidido iniciar la barra libre un poco antes que nosotros.
A mis amigos los gomeros y a los capitanes imprudentes.
A mis amigos los gomeros y a los capitanes imprudentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario