martes, 20 de diciembre de 2016

El Serrucho

Mucho me temo que con esta historia va a pasar como con la de "mi vida en los aviones", que gustó mucho entre los hombres pero no así entre las mujeres; en cualquier caso hay que pensar que no se puede agradar siempre a todo el mundo y por eso ahí va.

El serrucho es ante todo una lamentable técnica para ligar, presumiblemente estuvo de moda en los años 90 y que yo recuerde la primera y única vez que vi su puesta en práctica fue de manos de mi amigo Miguelito siendo el resultado bastante nefasto.

Según mis recuerdos la cosa fue así:

En aquella época, yo ya estaba trabajando como ingeniero becario en las afueras de Madrid, construíamos la Nueva Sede de Telemadrid, era mi primer trabajo como ingeniero y estaba encantado de la vida,  en esta primera etapa todavía compaginaba ese trabajo con el servicio militar (la mili) y aún me tocaba echar una mano en la pastelería y por supuesto sin olvidar el gimnasio, la moto y algo de cachondeito.


Todavía hoy, cuando mi amigo Fran se me pega y me acompaña una semana de trabajo, cuando está fundido de seguirme el ritmo vital y me  pregunta cómo tengo energía para todo lo que hago, a mi me vienen los recuerdos de lo que era capaz de hacer cuando era más joven, en fin, esa jodida hiperactividad que me acompaña desde siempre.

Pues bien, entre todo ese maremagno de actividades todavía me quedaba tiempo para ligar y en una de esas ocasiones es donde descubrí la técnica del serrucho.

Mi tío Quique, el más pequeño de los hermanos de mi padre, era un joven médico prometedor aunque no demasiado agraciado físicamente, pero he ahí el destino que había ligado y se iba a casar con un bombón de tía, no estoy seguro pero creo que ella era también médico. El recuerdo que tengo de ella era que en su conjunto me parecía un pibón, con un palmo de altura sobre mi tío, rubia y simpática. ¿como lo había hecho? No se sabe, pero lo cierto es que la tenía en sus brazos.

No estuvieron saliendo mucho tiempo y la boda vino pronto, ella era de un pueblo de las afueras de Madrid, por la carretera de Burgos a unos 40km de Madrid,  no recuerdo el nombre del municipio, además, después de los sucesos que voy a narrar tuve que resetear de mi memoria para siempre tal lugar.

El día de la boda de Quique acudí solo en mi flamante Renault 5, yo venía de una relación sentimental de esas que empiezan muy joven pero que inevitablemente tocaba su fin y una boda era una ocasión propicia para ligar, parece que en las bodas las chicas se encuentran especialmente receptivas, yo personalmente no entiendo el motivo. Como vil alcahuete, mi tío ya me había puesto en antecedentes sobre una prima de su futura mujer y a la chica le había ocurrido lo mismo con su prima.

La boda fue muy bien, mi tío se casó y yo, tal y como mi tío había previsto ligué con la prima de la novia, se llamaba "Noemí".

No la recuerdo con demasiado detalle pero sí se que no le hacía de menos a su prima mayor, otro bomboncito, el único problema que tenía esa chica era que vivía en el pueblo donde fue la boda, por decirlo en plata "en el quinto coño" y cada vez que tenía que ir a verla, a parte del correspondiente gasto del deposito de gasolina me llevaba un tiempo que no tenía. Lo bueno era que la chica me encantaba y de momento eso podía con los inconvenientes.

Un fin de semana, el tercero o cuarto después de conocernos y enrollarnos me dijo que quería bajar a Madrid para salir de juerga, que venía con otra amiga y que si quería podía invitar a algún amigo para ser dos parejas. Inmediatamente yo tiré de mi amigo Miguelito, al cual ya nombré en otra historia del blog.

Miguelito es uno de esos amigos de la infancia que te acompañan durante no se sabe cuantos años, lo bueno o malo de Miguelito es que sigue igual que siempre, el tiempo no ha pasado por él, era un tío gracioso, simpático, en general buena persona y buena compañía, el único problema era que de vez en cuando se le cruzaban los cables y la liaba.

Con Noemí y Sofía, que así se llamaba la amiga, habíamos quedado en Moncloa, las cogeríamos a su llegada en autobús y de ahí a tomar algo y a lo que surgiese.

La cosa pintaba bien, cuando aparecieron, las dos chicas estaban realmente guapas y decidimos al instante ir a tomar unas cervezas y unas bravas al Parador de Moncloa.

Antes no había problema con eso de beber y conducir, es más, era lo normal. Cuando salimos del Parador ya llevábamos unas cuantas cervezas en el cuerpo y entre piquitos y risas con las dos chicas  nos dirigimos al coche, tuvimos que ir deprisa pues estaba cayendo una buena tromba de agua. Ya dentro del coche se entabló una conversación sobre la discoteca a la que dirigirnos a continuación.

En el coche Noemí se sentó a mi derecha, de copiloto, y Sofía con Miguelito en el asiento de atrás. De nuevo besos y ambiente caldeado.

No sé exactamente a cuento de que pero en un momento dado Sofía se incorporó y asomó la cabeza entre Noemí y yo, teóricamente dando el culo a mi amigo Miguelito que estaba sentado sobre el asiento trasero.

Algo estaba comentando Sofía a modo de secreto con su amiga cuando de repente pegó un sonoro cabezazo contra el techo del coche, la muchacha se ergio como si le hubiese dado un corrientazo, yo creo que del batacazo dejo hasta un bollo en el techo del coche.
Fue algo impactante, pasaron unos segundos de extrañeza hasta que Sofía acertó a decir:

-¡Noemí, bájate que nos vamos!-
-¿Cómo dices Sofía?, inquirió a responder Noemí
-¡Noemí, bájate que nos vamos!-

Al unísono Noemí y yo nos giramos hacia Miguelito, Miguelito bajo la cabeza hacia el suelo y en ese mismo momento supe que de nuevo mi colega la había cagado.
Miguelito no dijo nada y Sofía esta vez ya en tono mas serio volvió con su matraca.

-¡Noemí, bájate que nos vamos!-

Como el coche era un dos puertas no podía hacer otra cosa que esperar hasta que Noemí se bajase, levantar el asiento con la palanca y  luego bajarse.
Y eso es exactamente lo que hicieron las dos chicas.

Sofía salió del coche encontrando la libertad y Noemí se despidió y me dejó con la miel en los labios.

-Lo siento, ya nos veremos con mas...., o con otros..., bueno que hasta luego-
-Bueno, ya nos veremos sí-

Sofía no dijo ni Adiós.

Nada más cerrar la puerta del coche y de que Miguelito incorporarse a mi lado, yo ya le estaba pegando un repaso.

-¿Qué coño has hecho Miguelito?-
-Nada tío, nada-

-¿Cómo qué nada?, -si la tía casi me hace otra ventana en el techo del coche.-
¿qué has hecho?
-Nada te lo juro, el serrucho y nada mas.-

-¿Cómo qué el serrucho?, ¿qué es eso?-
-Nada tío, ¿tu no conoces el serrucho?-

-¿Pero que qué hostias es el serrucho?-
-A mi me lo ha contado mi tío Evaristo en del pueblo (Mazarambroz, pueblo de Toledo), es una técnica  que no suele fallar, cuando una tía se pone en pompa tu le pasas la mano por detrás desde abajo a arriba en plan segueta y según mi tío con eso se vuelven locas y finalmente caen en tus brazos.-

-¡Pero bueno, tu eres gilipollas! ¿has visto lo qué has hecho? Nos hemos quedado a dos velas por tus puñeteros inventos-
-Vale tío, perdona, lo siento, no sabía que se lo iba a tomar a mal-

-¿Pero como se lo va a tomar, si le has metido  la mano en la entrepierna del tirón?-
-Ya, pero mi tío me había dicho que funcionaba y yo lo tenía que probar.-

-Definitivamente estás gilipollas Miguelito-
-Que sí. Que ya te he dicho que lo siento, ¿vamos a tomar algo, no?-

-¡Eres la hostia Miguelito!, luego dirás que no ligas, venga, sí, vamos a tomar algo que nos hemos quedado con las ganas.-

Y así acabo la historia de Miguelito y Sofia, murió antes de empezar por el jodido serrucho.

Mi historia con Noemí tampoco fue mucho mas lejos, el fin de semana siguiente quedé con ella en su pueblo, era un viernes y yo fui directo del trabajo. Mili por la mañana, trabajo en la obra desde las 12 hasta por la tarde, copas y algo más con Noemí por la noche y vuelta a casa amaneciendo.
En un momento dado me quedé dormido al volante y me salí de la carretera, tuve un accidente del que milagrosamente salí ileso, el coche destrozado.

Llegue a casa de mis padres sobre las 10 de la mañana, magullado, resacado y absolutamente agotado. Hablé con mi padre y se lo expliqué, entendimos que esta vez había rozado el larguero y que a la mínima tu vida se puede destruir, habíamos luchado mucho para tirarlo todo en un segundo.
Por la tarde desperté, llamé a Noemí y le dije que ya no volveríamos a vernos, que ese pueblo suyo estaba más allá de donde yo podía llegar.

a mi amigo Miguelito y a mi tío Quique.




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