El ancla.
Como dije, el camión fue un auténtico éxito, la silla que había en la caja yacía sobre mis posaderas y el ancla había quedado en la puerta del almacén de la obra.
Era el ancla de un barco grande, a buen seguro pesaría mas de 200kg, si por algún motivo dejaba a Oscar en la obra, lo encadenaba al ancla y hacia las veces de vigilante del almacén.
Antonio estaba enamorado de Oscar, a menudo me decía que Oscar era mas inteligente y mejor persona que la mayoría de los obreros que tenía o había tenido su cargo, realmente Antonio tenía algún problema con las personas.
Oscar era mi perro, un enorme Rottweiler que me acompañaba desde hacía años, lo compré cuando tenía un mes y desde entonces vivía conmigo, trabajaba conmigo, dormía a mis pies, era mi sombra; cuando estaba en la oficina de la obra su sitio era bajo mi mesa.
No os imagináis la compañía que te hace un perro, sobre todo cuando llegas a vivir a un sitio nuevo y no conoces a nadie.
El perro, a pesar de su imagen intimidatoria, no era tan fiero, aunque a la mayoría le diese miedo su sola presencia, salvo a Antonio que, como conté, había sido torero y desde el primer minuto empatizó con el animal, me lo pedía prestado constantemente, se lo llevaba a la obra en la furgoneta y le hablaba como si fuera un amigo.
En ocasiones el colgado era yo, Oscar solo tenía un par de manías y una de ellas era que, cuando iba en el coche nadie se acercase a tocar el vehículo. Antonio y yo nos íbamos a la gasolinera a llenar el depósito, nos bajamos a tomar un café y apostábamos a ver como el gasolinero, que iba a llenar el deposito, se cagaba del susto cuando el perro se lanzase en tromba contra el cristal. El perro le metía tal hostia al coche que este se sacudía entero, el gasolinero quedaba apunto del infarto y nosotros dos nos descojonábamos. En fin, cosillas de la juventud.
Yo miraba extrañado cómo mi perro reaccionaba con Antonio, le tenía desconcertado. A veces se ponía a jugar con el animal durante horas; cogía, a modo de muleta, alguna cosa que al perro le gustase y se liaba a darle pases de toreo hasta que los dos se agotaban. Otras veces le puteaba, se lo llevaba al almacén, lo ataba al ancla y le ponía el cacharro de la comida unos centímetros más allá del alcance de la cadena, entonces se quedaba largo rato observando la desesperacion del perro por no llegar a la comida.
En aquel entonces Oscar y yo vivíamos en un pequeño pueblecito costero llamado Playa San Juan, habíamos llegado directamente desde Madrid y acabado en ese diminuto pueblo por razones laborales; estaba cerca de la obra y tenía playa, esas eran todas mis pretensiones.
A los pocos meses de residir en aquel destierro, un viernes por la tarde estaba paseando con Oscar y se me acercó un hombre mayor, de esos que hay en el panorama de cualquier pueblo español, que pasan su jubilación observando y reflexionando sobre los años duros que han vivido y sobre cómo ha cambiado la vida desde su juventud.
Aquel señor, con cara de buena persona me preguntó si el perro era bueno, yo supuse que quería entablar conversación y saber cosas de aquel extraño que había llegado al pueblo y que veían pasear a menudo con imponente animal.
A su pregunta le respondí que sí, que el animal tenía pedigrí, entonces me dijo que él también tenía una perra igual y que si yo quería podíamos juntarlos; es decir, que los cruzásemos para tener cachorros. Aquello me sonó a coña.
¿ Y este de que va?, el abuelo me quiere tomar el pelo, pensé.
Y es que me debo estar haciendo mayor porque me he ido por las ramas, estaba a punto de pasar a otra historieta y esta es un poco mas larga y además acaba en boda, así que la dejaré para otra historia del blog que tengo pendiente (y me casé con la tía del perro).
Volviendo al ancla, resulta que la urbanización que construíamos iba a llamarse Urbanización El Galeón, en aquel entonces era un proyecto importante, más de mil millones de pesetas.
Dentro de las unidades de obra a ejecutar, el proyecto contemplaba como colofón final la ejecución de dos esculturas.
La primera escultura estaba ya detallada, se conocia el escultor que debía llevarla a cabo y su motivo "un Guanche", es decir, un antiguo morador de las Canarias: Los Guanches eran los habitantes de las islas anteriores a la llegada de los españoles.
En mi opinión este asunto, el de la búsqueda de las raíces, de los ancestros, del factor diferenciador, tan utilizado por los nacionalistas, es una soberana gilipollez, como lo son en sí todos los -ismos: nacionalismos, populismos, extremismos y fundamentalismos.
Fijaros qué sin sentido, se supone que cuando llegaron los españoles a Canarias invadieron esas tierras y exterminaron a la población local, Los Guanches.
Luego, los invasores se instalaron y nunca mas volvieron a marcharse hasta nuestros días, con lo cual sin lugar a dudas la población actual son tataranietos de esos conquistadores. Pues bien, ahora los descendientes de esos conquistadores llaman invasores al resto de los españoles y con la típica verborrea de los nacionalistas de turno se achacan ser ellos los verdaderos Guanches, cuando son sus propios ancestros los que se los cepillaron.
Esta escrito en la hoja de ruta de todos esos nacionalismos: crear un enemigo común, crear factores diferenciales reales o inventados que les hagan diferentes al resto de sus semejantes, fomentar o imponer una lengua que les haga especiales y, por último, hacerse independientes, para que así puedan gobernar a su antojo esos enanos mentales que son los lideres nacionalistas.
Como decía, el proyecto contemplaba la ejecución de una segunda escultura que solo estaba el presupuesto, tres millones de pesetas, y quedaba pendiente la definición de la misma.
Durante los últimos meses de la obra, cuando nos íbamos a comer después de la visita de obra, fui hablándole al Director de Obra de lo que él iba a diseñar o elegir como segunda escultura, hablamos del lugar donde se ubicaría y de que lo ideal sería encontrar algo relacionado con el mar o con los barcos, por eso de llamarse El Galeón, el problema era sin duda el escaso presupuesto que se había dejado para tal fin.
Un día cuando ya lo vi maduro ataqué,
-¿Que te parecería Rufino (que así se llamaba aquel Director) si colocásemos un gran ancla en la entrada de la Urbanización?. Le hacemos una hornacina de piedra y allá que lo colocamos.
No se si dará con los tres millones pero si falta algo no te preocupes que lo pone la obra.-
-Podría ser ¿pero si no queda bien que pasa?-
-Si no queda bien te la regalo (órdago al canto)-
-.No se, déjame pensar-
-Bueno yo lo voy preparando mientras lo piensas, (ya estaba metida la puntita)-
Tardamos una semana en preparar el lugar, pintar el ancla y colocarlo en su sitio, fue un golpe de efecto, sin embargo a Rufino no le gustó la celeridad.
-Te dije que me lo tenía que pensar,-
Expresó cuando vió la escultura acabada y colocada.
-Sí, lo sé, pero mira, ahora tienes una escultura escala 1:1 para ver si queda bien-
-¿y si ahora no me gusta?-
-Lo que te dije, la quitamos-
-Bueno, ya veremos, (ya se la había dejado meter entera)-
Yo sabía que a base de ver la escultura durante un tiempo acabaría familiarizándose con ella, como me paso a mí con la silla. A los dos meses me la certificó enterita y ésta unidad fue una de las unidades que más ilusión me hizo en toda la obra.
Después de todo esto le explicaba el balance económico a Antonio,
-Antonio, nos hemos gastado:
20.000 pesetas en la cuba
75.000 pesetas en el camión, el ancla y la silla
25.000 pesetas en restaurarlo todo
25.000 pesetas en la base y colocación del ancla
150.000 pesetas en ruedas y repuestos del camión
Total, unas 295.000 pesetas.
-Hemos ingresado y ahorrado:
3.000.000 de pesetas de la escultura
4.500.000 de pesetas de alquiler de más de un año de camión
Total, unos 7.500.000 pesetas.
Por tanto Antonio, hemos ganado más de 7 millones de pesetas con la historia de la cuba, y aún nos queda el camión, la cuba y la silla, debe ser más de un 2.300% de beneficio,
-¿qué te parece?-
- pues lo que te dije Raul-
-¿El que Antonio?
- que confiases en mí-
-Antonio-
-¿qué?-
¡que te vayas a tomar por culo!
A mí gran y fiel amigo Antonio, para que no se me enfade al leer esta historia.
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