viernes, 22 de marzo de 2013

Mi vida en los aviones

Llevo más de catorce años viviendo y trabajando en Canarias, gran parte de mi vida se ha desarrollado en los aviones: vuelos entre Islas, vuelos a Madrid, vuelos y más vuelos, este último año también vuelos a África.

Creo que he debido hacer entre 150 a 250 trayectos al año, con lo cual habré volado más de 3000 veces estos últimos años. Se puede decir que he pasado una parte de mi vida en el aire. Va a resultar que mi madre tenía razón cuando me decía: "Hijo estás en las nubes". Y quiero reflejar en esta historia parte de mis reflexiones durante tantos vuelos.


Lo indudable, cuando se vuela mucho, es que los aviones son un coñazo, rápidos y seguros sí, pero un coñazo, sobre todo lo anterior y posterior al vuelo, que puede llegar a ser una tortura.

Lo mejor que le puede pasar a uno en un avión es dormirse al despegar y despertarse al aterrizar, ese es el vuelo perfecto. Con el tiempo se aprenden trucos que te pueden hacer más fácil el trance:

-Si el vuelo es con asiento asignado, lo mejor es facturar antes y elegir fila de emergencia, mucho más amplia.

-Hay que elegir siempre las filas de delante y de pasillo para salir cuanto antes del avión.

-Llevar zapatos que te puedas quitar, ojo que los pies no canten, y pantalón que te puedas desabrochar, etc.

También he aprendido otras cosas muy interesantes, como por ejemplo la teoría de mi amigo José María.

José María tiene una curiosa teoría sobre las azafatas, dice que hay que observarlas atentamente cuando dan las instrucciones de seguridad, sobre todo cuando explican lo de ponerse el chaleco e inflarlo.

Según José María, de esta simple observación empírica se deduce, con absoluta certeza, que la manera de proponer el hinchado de esos chalecos está íntimamente relacionada con la manera de practicar el sexo de las propias azafatas.

Siempre, según mi amigo, hay que fijarse en como las aeromozas (denominación venezolana de azafatas) agarran el canutillo de hinchar manualmente el chaleco de emergencia. De los estudios de campo y de sus propias experiencias personales, se puede afirmar, con total rotundidad, que las interfectas agarran el miembro viril de manera idéntica a como agarran el canutillo de hinchar.

Existe toda una casuística al respecto, yo no he tenido el placer de comprobarlo, pero me cuenta mi amigo que existen muy diferentes casuísticas: desde las que lo agarran con dos dedos como si diera asco, las que lo agarran con sumo cuidado, las que lo agarran apretando con toda la mano "hasta con excesiva violencia", las que no se lo acercan para soplar, las que sacan la lengua para hacer que soplan y las que, definitivamente, se lo meten en la boca para soplarlo bien.

No se sí está teoría tiene mucha utilidad, pero es evidente que resulta una manera gratificante de pasar el despegue los aviones, por lo menos para los hombres, que no se sí a las señoritas esta absurda historia les hará mucha gracia.

A mis amigos y amigas que trabajan en el aire.



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